1.11.2008

¿Cómo se sabe que la Biblia es la Palabra de Dios?


¿Cómo se sabe que la Biblia es la Palabra de Dios? Esta es una buena pregunta, la cual debe ser hecha y contestada.

1. Preservación - Una de las pruebas objetivas, y externas, ha sido la preservación maravillosa de la Biblia. Había un rey en tiempos pasados, acerca de quien leemos en Jeremías, el cual, cuando le enviaron las Escrituras, tomó un cortaplumas y la cortó en pedazos. Pero la escribieron de nuevo, y hoy tenemos aquella Palabra. La Biblia, a través de los siglos, ha sido quemada, prohibida, encadenada y atacada de las formas más increíbles. Mataron a sus traductores y predicadores, pero cuanto más la perseguían, tanto más la propagaban. Esto no solo nos habla del poder sobrenatural de la Biblia, sino también que fue considerada a través de los siglos como algo digno por lo cual entregar la vida. A través de los siglos ha habido muchos actos de quemar la Biblia. En la actualidad hay mucho antagonismo en cuanto a ella. No la queman hoy porque nos consideramos demasiado civilizados. La manera en que tratan de deshacerse de ella es prohibiendo su lectura en las escuelas y en otros lugares públicos en los Estados Unidos y otros países (mientras que hablamos de la libertad de cultos y de la libre expresión del pensamiento). A pesar de todos los ataques que se han lanzado en contra de la Biblia, todavía la tenemos, y por su puesto es uno de los libros que más se vende. Por muchos años era el favorito pero no lo es hoy en día. Siento mucho tener que decirlo, pero es la verdad. Y eso ciertamente es un comentario sobre nuestra sociedad contemporánea, revelando que la Biblia realmente no ocupa el lugar que una vez ocupaba en la historia y en la vida de Norte América, por dar un ejemplo. Pero la preservación maravillosa de la Palabra de Dios es digna de nuestra consideración. La Biblia ha demostrado hasta el presente ser indestructible, cumplimiento exacto de lo que afirmó el Señor Jesucristo: “el cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán” (Mt 24:35)

2. La Arqueología - Otra manera en que podemos saber que la Biblia es la Palabra de Dios es por medio de la arqueología. La pala del arqueólogo ha desenterrado muchas evidencias que verifican que la Biblia es la Palabra de Dios. Por ejemplo, hubo los que por muchos años negaron la paternidad literaria mosaica del Pentateuco sobre la base de que el arte de la escritura se desconocía en la época en que vivió Moisés, y que por eso Moisés no pudo haber escrito el Pentateuco. Ustedes no han escuchado a alguien promover esa teoría recientemente, ¿verdad? Claro que no, porque la pala del arqueólogo ha desenterrado escritura que data de un tiempo aun mucho anterior al de Moisés. De modo que, ese argumento ya no es válido.
Repetidamente encontramos que los arqueólogos han desenterrado evidencias de la veracidad de la Biblia. La ciudad de Jericó y los muros que cayeron son un ejemplo. Había un argumento entre Kathleen Kenyon y John Garstang relacionado con detalles, pero ha sido muy bien establecido que los muros sí cayeron, dejemos que ellos disputen entre sí en cuanto al tiempo y toda clase de detalles. La Palabra de Dios ha sido verificada ahí y en muchas otras maneras los arqueólogos han demostrado la exactitud de la Biblia. No estamos ante el producto de la imaginación de los hombres o un abstracto escenario de ilusiones. Prácticamente cada lugar o aspecto geográfico citado por la Biblia puede ser comprobado y verificado con certeza. Sería muy fácil desacreditar la Biblia si fuesen simples anécdotas místicas o filosofías religiosas, pero su veracidad y exactitud en geografía hace que tenga una notable confiabilidad textual, sólida base para grandes mensajes de tremendo peso y valor espiritual.

En asombroso contraste se puede observar el libro de Mormón. Por décadas y a un costo de millones de dólares, la iglesia mormona ha llevado a cabo todo un despliegue de trabajos arqueológicos para comprobar las afirmaciones de su libro, sin encontrar rastros siquiera. Ninguna moneda, ni inscripción, ni piedras, ni cimientos se han hallado de ninguna de las ciudades que el libro cita. Lo mismo sucede con otras religiones y leyendas.
Dave Hunt, en su libro “Global Peace and the rise of the Antichrist”, dice que “los antiguos escritos sagrados hinduistas o budistas, por ejemplo, existen en muchas versiones y ofrecen muchas filosofías contradictorias y aún en registros controvertidos de supuestos eventos pasados, los cuales en realidad nunca sucedieron. Caracteres y aventuras en las escrituras clásicas hinduistas, tales como el Baghavad Gita o Ramayama, son pura ficción. En contraste, la Biblia se refiere a personas reales, lugares, naciones y eventos que pueden ser investigados y verificados” (página 29). Confiar en la Biblia no es fe ciega. Ella se basa en hechos históricos reales, en personas reales, eventos reales. No es leyenda, ni historieta, ni mitología que usted toma o deja. Son datos exactos del Dios exacto que en Su inmenso amor espera que nos detengamos y consideremos las virtudes de Su Palabra escrita. Por eso podemos creer en Cristo sin haberle visto, su nacimiento, su crucifixión, su resurrección, su ascenso, su regreso a Armagedón, su descenso sobre el monte de los Olivos, etc…

3. La Profecía Cumplida - Si me pidieran hoy que diera solamente una razón, una prueba conclusiva que la Biblia es la Palabra de Dios, ¿sabe usted lo que yo sugeriría? Yo diría que es la profecía cumplida. La profecía cumplida es la prueba de la cual no se puede huir, ni se puede evadir. Y la Biblia está llena de profecía cumplida. Una cuarta parte de la Escritura, cuando fue escrita, era profética; es decir anunciaba cosas que iban a suceder en el futuro. Una gran parte de ellas, en efecto, mucho más de lo que se imagina la gente, ya ha sido cumplida. Bien podríamos ir a muchos pasajes donde la profecía ha sido cumplida exactamente. Hay ejemplos de muchas profecías de acontecimientos locales que fueron cumplidas aun durante los días del profeta. Por ejemplo Micaías era el profeta quien le dijo a Acab que sí salía a la batalla como planeaba, la perdería y sería muerto. Sin embargo, los profetas falsos de Acab le habían dicho que ganaría una victoria y regresaría como rey victorioso. Por causa de que no le gustó lo que dijo Micaías, Acab mandó que lo echaran a la cárcel y que lo mantuvieran con pan y agua hasta su regreso de la batalla, luego entonces vería que sería del profeta. Pero Micaías lanzó la última palabra y dijo: “Si llegas a volver en paz, Jehová no ha hablado por mí.” Pues por lo visto, el Señor había hablado por él porque Acab no volvió. Lo mataron en la batalla y su ejército fue derrotado. Aun procuró disfrazarse para que no hubiera peligro de perder la vida. Pero según el relato de la Escritura, un soldado del enemigo “disparó su arco a la ventura”. Es decir, que cuando la batalla ya estaba por terminar, le quedó una sola flecha en su aljaba, y la disparó al aire, sin apuntarle a nada. Pero ¿saben algo? Aquella flecha estaba designada para el viejo Acab, y lo encontró. Voló directamente a su blanco. ¿Por qué? Porque Micaías había hecho una profecía exacta (1 Reyes 22).
En otra ocasión, el profeta Isaías dijo que el ejército invasor de Asiria no dispararía ni una flecha en la ciudad de Jerusalén (2 Reyes 19:32). Bueno, eso es muy interesante. La profecía de Micaías fue cumplida porque un soldado disparó una flecha por casualidad, entesó su arco a la ventura. ¿No creerían ustedes que entre 200,000 soldados, hubiera uno irresponsable en el uso de armas, el cual dispararía un “arco a la ventura,” y dejar que una flecha volara sobre el muro de Jerusalén? Bueno, ninguno lo hizo. Si el enemigo hubiera disparado una flecha a la ciudad, entonces podrían estar seguros de que Isaías no era profeta de Dios. Pero lo era, como fue probado por este cumplimiento local de la profecía. Pero Isaías también dijo que una virgen daría a luz un niño, y lo dijo 700 años antes de que fuera cumplido literalmente (Isaías 7:14). Miqueas profetizó el lugar del nacimiento del Cristo (Miqueas 5:2). Y si desea una prueba final, había más de 300 profecías tocante a la primera venida de Cristo, y todas fueron cumplidas literalmente.
Al estar pendiendo Jesús en la cruz antes de morir, había una profecía registrada en el Antiguo Testamento que aún no se había cumplido. Y era, “Y en mi sed me dieron a beber vinagre” (Salmo 69:21). Jesús dijo: “Tengo sed,” y el enemigo mismo fue y cumplió la profecía (Juan 19:28-30). Las 33 profecías se cumplieron el día de su muerte. Es cosa asombrosa. Los hombres no pueden adivinar así. Ha sido divertido observar al meteorólogo. Durante la estación de verano en el Sur de California él informa bien acerca del tiempo, pero cuando viene el cambio de estación, bueno, cualquier hombre pudiera adivinar tan bien como él. En la nación de Israel un profeta tenía que ser exacto en su profecía. Si sus palabras no eran exactas, lo mataban por ser falso profeta. Dios había dicho a su pueblo que ellos debían distinguir entre un profeta falso y uno verdadero. Un profeta verdadero tenía primero que hablar de una situación local como lo hizo Isaías. Si la profecía se cumplía, ellos sabían que podían confiar en él para hablar concerniente al futuro, como lo hizo Isaías. Ahora podemos ver al pasado y sabemos que aquellas profecías fueron cumplidas. Hay tantas otras profecías. Tiro y Sidón se encuentran hoy día exactamente como la Palabra de Dios dijo hace 2500 años que estarían. Egipto está hoy exactamente en la posición en que Dios dijo que estaría. Todas estas profecías cumplidas son asombrosas, mis amigos, y constituyen una de las pruebas más grandes de que la Biblia es en verdad, la Palabra de Dios. Como usted puede ver, los hombres simplemente no pueden ser tan exactos. Los hombres no pueden adivinar así, aún el meteorólogo falla en su pronóstico.
Permítame mostrarle que, según la ley matemática de conjetura problemática, el hombre nunca, nunca podría profetizar. Vamos a suponer que yo hago una profecía ahora mismo. Yo no sé donde se encuentra usted y no sé como está el clima, pero supongamos que yo diga que dondequiera que usted esté, mañana va a llover. Yo tengo 50% de posibilidades de estar en lo correcto porque ocurrirá una de las dos. Para algunos de ustedes sería una profecía exacta, para otros no. Pero supongamos que yo agrego a eso y digo que lloverá mañana y que empezará a las nueve de la mañana. He añadido otro elemento incierto. Antes tenía la posibilidad de estar en lo correcto un 50%, ahora, la posibilidad se reduce a un 25%. Cada elemento incierto que se añade reduce un 50% la posibilidad de que yo tenga razón según la ley de conjetura problemática. Ahora supongamos que yo diga que empezará a llover a las nueve de la mañana y que cesará a las dos de la tarde. Pues, créanme mis amigos, eso ha reducido mis posibilidades otro 50% lo cual nos trae a un 12 ½%. ¿Puede usted imaginar la posibilidad de que yo sea exacto ahora? Supongamos que añada 300 elementos inciertos. No hay ni sombra de posibilidad de que yo sea exacto. Yo no podría dar en el blanco. Me sería imposible. Sin embargo, la Palabra de Dios sí dio en el blanco. Ella es muy exacta. La Biblia ha entrado en aquella región de la imposibilidad absoluta, y eso me da la prueba de que esta es la Palabra de Dios.

Leamos Isaías 44:6-7. Éste es el gran desafío de Dios en la Biblia.
Desde las promesas a Abraham hace 400 años, pasando por el nacimiento de la nación en Éxodo, y basado en la monumental profecía de Dt 28-30, Israel ha sido y es el mayor tópico de la profecía bíblica y el mayor testimonio de la fidelidad de Dios al mundo entero, luego de 70 años de cautiverio, después de 1900 años de dispersión mundial, pasando por matanzas, persecuciones, guerras, resucitaron como nación en 1948, como Ezequiel 37 lo anunciaba, y se preparan para ser protagonistas centrales de asombrosos eventos abundantemente profetizados en las Escrituras. Libros enteros se pueden escribir, y de hecho se han escrito, acerca de las profecías de las profecías cumplidas sobre Jerusalén.
Sobre la base del desafío de Dios en Is 44, el abundante registro de las profecías bíblicas ya cumplidas no sólo es testimonio innegable de la existencia del Dios de Israel, sino que también es comprobación contundente de que la Biblia es la Palabra profética más segura (2 P 1:19-21), la Palabra del Dios de Israel. No hay nada que se le compare. Les he dado solamente pocos ejemplos de la profecía cumplida, pero hay en la Palabra de Dios profecía tras profecía que ha sido cumplida literalmente. Y, a propósito, yo creo que eso nos indica el método por el cual la profecía para el futuro todavía ha de ser cumplida.

No hay profecía en el Corán ni en el libro de Mormón, ni en los libros apócrifos ni en los escritos orientales, en cambio, el amplio caudal de las profecías de la Biblia da un testimonio apabullante de que sus libros deben haber sido inspirados y revelados por el Gran Dios de todos los tiempos. Abundantes y específicas son las profecías de la Biblia que superan de manera abrumadora a cualquier otra religión o forma alguna de adivinación. Ambiguas e inciertas son las profecías de Nostradamus, absurdas e insignificantes son las predicciones de los astrólogos frente al inmenso, objetivo y preciso panorama de las profecías de la Biblia. Por sí solo, esto es prueba contundente de que la Biblia es Palabra del Soberano Dios.

4. Vidas Transformadas - Les ofrezco dos razones más como prueba de que la Biblia es la Palabra de Dios. El Dr. McGee cuando recién empezaba a enseñar por radio contaba su experiencia diciendo «Yo he visto lo que la Palabra de Dios hace en las vidas de hombres y mujeres. Recuerdo ahora mismo de un señor que escuchaba mi programa de enseñanza bíblica allá en Oakland, California. Lo conozco bien. No les voy a decir todos los detalles de su vida, pero él tenía tantos problemas, tantas dificultades y estaba metido en tanto pecado como ningún hombre de quien yo sepa hoy día. Este hombre empezó a oír el programa. He sabido de personas que escuchan el programa por primera vez y se convierten, eso es magnífico y yo lo creo. Pero este señor empezó a escuchar el programa radial y seguía escuchándolo semana tras semana. Se volvió antagónico y muy enojado. Más tarde dijo: “Si pudiera haberlo agarrado a usted cuando estaba enseñando la Epístola a los Romanos, diciéndome que yo era pecador, le hubiera dado un puñetazo en la nariz.” Y francamente, mis amigos, creo que bien lo podría haber hecho porque él es mucho mas grande y más joven que yo. Me alegro de que no le fue posible agarrarme. Pero este hombre aceptó a Cristo, y permítame decirles que ha sido maravilloso ver lo que Dios ha hecho en su vida». Testimonios así como este se pueden repetir muchísimas veces. Jóvenes y adultos han hallado provecho y realización en la vida, matrimonios han sido rescatados, familias han sido reunidas, individuos han sido librados del alcoholismo y la adicción a las drogas. Las vidas de muchos han sido transformadas por venir a Cristo. Ahora, la otra razón, es que sólo la Biblia puede cambiar al pecador. Al terminar sus estudios en el seminario, el Dr. McGee era uno cuya predicación se enfocaba en la defensa del Evangelio. Procuraba defender la Biblia. En efecto, creo que cada mensaje que él predicaba trataba de aquel tema. Él pensaba que si encontraba las respuestas suficientes a las preguntas que la gente se hacía para justificar el no creer en la Biblia, ellos llegarían a creer. Sin embargo, se dio cuenta que la peor cosa que podía hacer era azotar la intelectualidad de un hombre. En el momento de hacerlo, nos haríamos enemigos y nunca podríamos ganarlo para el Señor. Así que el Dr. McGee se desprendió de la esfera de la apologética y empezó a enseñar la Palabra de Dios de la manera más sencilla que le fuera posible (y de paso digamos que ese también es mi objetivo). Muchos libros pueden informar, pero sólo la Biblia puede transformar personas. Sólo la Biblia puede cambiar al pecador en santo. (1 Tim 1:13)

5. El Espíritu de Dios la hace real - Otra razón por la cual el Maestro McGee se desprendió de la esfera de la apologética fue porque había habido un desarrollo positivo en su vida, y también lo hay en la mía.

El Tanaj, que hoy conocemos como el Antiguo Testamento, está respaldado por la meticulosa tarea de los copistas y el mayor esmero de los preservadores de los textos sagrados. Se sabe que cada copia autenticaba con el original, que se controlaban el número de columnas, que se contaba y comparaba la letra central de cada libro, del Pentateuco y del Tanaj completo. Si alguno de estos cálculos era incorrecto la copia se desechaba. Los descubrimientos en Qunrám, hace ya medio siglo, han comprobado al detalle la preservación del texto de las Escrituras Hebreas. Un ejemplar completo de Isaías que data del primer siglo, y otros manuscritos están en exhibición en el Museo del Libro en Jerusalén.
Dave Hunt, en su libro “In Defense of the Faith” asegura que existen en la actualidad alrededor de 24600 diferentes manuscritos del Nuevo Testamento que datan entre 100 y 400 años después de haber sido escritos los originales. Por otra parte, los manuscritos de historiadores y filósofos griegos, como Platón, Herodoto, Demóstenes, Aristóteles, se cuentan en 7, 8, 200 y 5 copias respectivamente, datadas a más de 1000 años de escritos los originales. Josh McDowell asegura que La Ilíada a Homero está en segundo lugar en cuanto al grado de confiabilidad documentaria de la antigüedad, con 643 copias del manuscrito y 500 años desde que fue escrita y la copia existente más antigua. En cuanto a escritos religiosos debemos saber que escritos hinduistas y budistas existen en muchas y diferentes versiones, con filosofías contradictorias, y conflictivas referencias a hechos que en realidad nunca ocurrieron históricamente. De modo que, si alguien pretende descartar a la Biblia dudando de su confiabilidad textual, con el mismo criterio debería descartar por completo la literatura de la antigüedad, ya sea histórica, filosófica o religiosa. La Biblia ha demostrado ser inextinguible, prueba rotunda de lo que ella misma afirmaba 2700 años atrás al asegurar:

Sécase la hierba, marchítase la flor, mas la Palabra del Dios nuestro permanece para siempre. (Is 40:8)

He llegado al lugar en mi vida donde no sólo creo que la Biblia es la Palabra de Dios, sino que también sé que es la Palabra de Dios. Yo sé que es la Palabra de Dios porque el Espíritu de Dios la ha hecho real a mi propio corazón y vida. Es lo mismo que Pablo escribió a los Colosenses. Él oraba que “seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual.” Yo también quiero eso, porque he hallado que el Espíritu de Dios sí puede confirmar estas cosas en el corazón suyo, y que usted no necesita de la arqueología o ninguna otra cosa para probar que la Biblia es la Palabra de Dios. Hace mucho tiempo un joven predicador le dijo al Dr. McGee, “Dr. McGee, ¿no es maravilloso que hayan descubierto eso?” y mencionó algo en particular. Él le dijo que en lo personal no lo consideraba ser una cosa de tanta emoción, y el joven predicador llevó un chasco grande y aun un disgusto porque no le respondió como él quería que respondiera, y le preguntó de nuevo cómo era posible que el Dr. McGee no se impresionara del nuevo descubrimiento. “Bueno,” le dijo, “Yo ya sabía que era la Palabra de Dios mucho antes de que la pala del arqueólogo desenterrara aquello.” Y, “¿cómo lo sabía?” le preguntó. “El Espíritu de Dios lo ha estado verificando en mi propio corazón,” le contestó. Espero que el Espíritu de Dios no solamente haga real la Palabra de Dios para incorporarla a su estilo de vida, sino que también le dé la seguridad de saber que es la Palabra de Dios.

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