1.11.2008

Guías para el entendimiento de las Escrituras


“Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley” (Salmo 119:18)

Hay ciertas guías que cada uno de nosotros debe seguir respecto a la Palabra de Dios. Le garantizo que si usted sigue estas guías, gozará de mucha bendición en su corazón y su vida. Ciertamente deben seguirse esas direcciones en el estudio de la Palabra. Hoy en día un frasco de medicina por simple que sea lleva sus indicaciones. Cualquier cosa que se compre en una de esas tiendas “Todo a Real” lleva sus indicaciones para su empleo. Si las cosas de este mundo han de llevar indicaciones para su uso, ciertamente la Palabra importantísima de Dios debe llevar dirección e instrucción para su estudio. Quisiera mencionar siete declaraciones básicas muy sencillas que a la vez son fundamentales y preliminares, las cuales servirán de guías para el estudio de las Escrituras.

1. Empiece con oración
2. Lea la Biblia
3. Estudie la Biblia
4. Medite en la Biblia
5. Lea lo que otros han escrito acerca de la Biblia
6. Obedezca la Biblia
7. Particípela a otros

Usted puede añadir otras más a la lista, pero yo creo que estas son las fundamentales y principales. Alguien lo ha dicho de una manera muy breve y persuasiva: “La Biblia, apréndala de memoria; guárdela en su corazón; muéstrela por su vida; siémbrela en el mundo.” Esa es la manera de expresar algunas de las cosas que presentaremos aquí.

1. Empiece con oración
Como ya vimos al tratar el tema de la iluminación, la Biblia es diferente a cualquier otro libro ya que es el Espíritu Santo el único que puede abrir nuestro entendimiento para que la comprendamos. Usted puede tomar un libro de filosofía y puesto que fue escrito por un hombre, usted lo puede entender. Es igual en cuanto a la matemática superior, o cualquier otra materia. No ha habido ningún libro escrito por un hombre que otro no pueda entender. Pero la Biblia es diferente. No se puede entender la Biblia a menos que el Espíritu Santo sea el instructor. Y El desea enseñarnos. El asunto importante es que nuestro Señor nos dijo, “El os guiará a toda verdad” (Juan 16:13). Al abrir la Palabra de Dios debemos iniciar con la oración del salmista:

Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley. (Salmo 119:18)

Cuando el salmista escribió estas palabras, claro que él estaba pensando en el sistema mosaico. Hoy día nosotros lo extendemos para incluir los sesenta y seis libros de la Biblia, y oramos, “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de Tu Palabra.”
Cuando el apóstol oraba por los efesios, él no pedía por buena salud física (aunque él pudo haberlo hecho en otro tiempo), tampoco oraba que se enriquecieran (no sé si alguna vez pidió tal cosa), mas la primera oración a favor de los efesios se registra en su pequeña epístola escrita a ellos:

Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones (Efesios 1:15, 16).

Ahora bien, ¿Qué es lo que Pablo pedía en oración? Aquí está:

Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría, y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos (Efesios 1:17, 18).

Como usted puede ver, la oración de Pablo es que ellos tuvieran sabiduría y entendimiento de la revelación en el conocimiento de Dios, es decir, que conocieran la Palabra de Dios; deseaba que sus ojos y entendimiento fueran alumbrados, para que supieran algo de la esperanza del llamamiento que tenían en Cristo. Esta es la oración del apóstol Pablo, y si alguien se acuerda de mí en su oración, esta es la oración que quiero que eleve, que mis ojos espirituales sean abiertos. Creo que la cosa más importante para ustedes y para mí es saber la voluntad de Dios, y la voluntad de Dios es la Palabra de Dios. No nos es posible conocer la Palabra de Dios a menos que el Espíritu de Dios sea nuestro Maestro. Eso es lo que dice Pablo en su primera epístola a los corintios:

Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. (1 Corintios 2:12-14)

La razón por la cual muchos no entienden nada de la Biblia es simplemente porque no dejan que el Espíritu de Dios les enseñe. La Palabra de Dios es diferente a cualquier otro libro, el hombre natural no puede percibir estas cosas, y le parecen locura. Solamente Dios es nuestro Maestro; sólo él puede tomar Su Palabra y hacerla real y viva para nosotros.
Dios quiere comunicarse con nosotros por medio de Su Palabra escrita. Pero es un libro sobrenatural, y no se nos comunicará de otro modo por la sencilla razón de que sólo el Espíritu de Dios puede tomar las cosas de Dios y revelárnoslas. Observe este versículo de la Escritura:

Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. (1 Corintios 2:11)

En una manera muy breve y comprensible este versículo expresa la razón por la cual el Espíritu de Dios ha de ser nuestro Maestro. Ustedes y yo nos entendemos, pero no entendemos a Dios. Creo que es un disparate hablar acerca de un abismo entre generaciones y que por ello no podemos comunicarnos. Reconozco que siempre ha existido una brecha hasta cierto punto. Siempre ha sido difícil que una persona mayor y un joven estén enteramente de acuerdo. Pero sí podemos comunicarnos porque todos somos seres humanos. Francamente, no puedo entender a Dios a menos que El me sea revelado. Solía preguntarme cómo se sentiría Dios en un funeral. Hallo que Jesús asistió al funeral de Lázaro y que lloró. Yo sé cómo se siente Dios en cuanto a muchas cosas hoy en día porque el Espíritu de Dios por medio de Su Palabra me lo ha revelado.
En una oportunidad especial estaba en la cancha alentando al equipo de fútbol del cual un amigo tomaba parte. Estaba muy atento, aunque algo aburrido ya que no soy muy asiduo al deporte y levanté la mirada. Los jugadores ya estaban fatigados y de pronto mi amigo cayó muy duro miró alrededor revisando que nadie de entre el escaso público la haya visto, pero yo sí lo vi. El no quería que alguien viera lo que había sucedido. Y yo sabía cómo se sentía él. Yo me hubiera sentido igual. Al día siguiente me acerqué a él cuando lo vi y le dije: “sí que te veías muy cómico al estar fatigado”. Me miró con asombro y me dijo“¿Me vistes?” Le contesté que sí. “Bueno,” me dijo, “Yo creía que nadie me había visto.” Le respondí, “Yo pensé eso. Yo sabía exactamente cómo te sentías.” Como pueden ver, él tenía un espíritu humano y yo también, por eso nos entendimos. Y usted y yo podemos entendernos mutuamente. No creo que haya tanta brecha entre generaciones en ninguna parte, porque creo que los seres humanos nos entendemos.
Mas ¿quién es capaz de entender a Dios? El Espíritu de Dios. Por eso es preciso que el Espíritu de Dios nos enseñe, acomodando lo espiritual a lo espiritual.

Renan, el escéptico francés, lanzó un ataque contra la Palabra de Dios. Sin embargo, escribió un libro, “La Vida de Cristo.” Su libro se divide en dos secciones. Una es la sección histórica y la otra es su interpretación acerca de la vida de Cristo. En cuanto a la primera sección, probablemente nunca haya sido escrita por un hombre una historia de la vida de Cristo más excelente que esta. Pero su interpretación es totalmente absurda. Podría haberla interpretado mejor un niño de doce años que asiste con regularidad a la escuela dominical. ¿Cómo se explica? Pues bien, el Espíritu de Dios no enseña historia ni revela información que usted por su propia cuenta puede averiguar; cualquier persona inteligente lo sabe encontrar. Pero la interpretación es cosa totalmente distinta. El Espíritu de Dios ha de interpretar, y sólo El debe de ser el maestro para guiarnos a toda verdad. Es preciso que el Espíritu de Dios abra nuestros ojos para que veamos. Se nos dice que pidamos Su ayuda. En Juan, el capítulo 16, el Señor Jesús dice:

Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío; por eso dije que tomará de lo mío y os lo hará saber. Todavía un poco, y no me veréis; porque voy al Padre. (Juan 16:12-16)

El Señor Jesús nos dice que pidamos. El tiene muchas cosas para nosotros y quiere revelarnos estas cosas por medio del Espíritu Santo. De nuevo, en el capítulo 14 de Juan, Cristo dice:

Mas el consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. (Juan 14:26)

El Espíritu Santo es el Maestro, y ha de ser el único para guiarnos a toda verdad. Si usted aprende alguna cosa por medio de este estudio bíblico, no será porque este pobre predicador es su maestro, sino porque el Espíritu de Dios está abriendo la Palabra de Dios para usted. Esta, pues, es la primera guía. Empiece con oración, y pida que el Espíritu de Dios sea su Maestro.

2. Lea la Biblia
La segunda guía le puede parecer una simplificación excesiva.
Alguien le preguntó a un gran erudito especializado en la literatura de Shakespeare, “¿Cómo se estudia a Shakespeare?” Su contestación fue muy concisa, “lea a Shakespeare.” Y, yo le diría a usted, “lea la Palabra de Dios.” Si quiere saber lo que la Biblia dice, lea la Biblia. Además de lo que cualquier maestro le puede enseñar, es de mucha importancia que usted mismo lea lo que dice la Biblia.
El Dr. G. Campbell Morgan ha escrito unos libros muy maravillosos y provechosos sobre la Biblia. El tiene una serie de libros y abarcan los sesenta y seis libros de la Biblia. Ellos influyeron mucho en el Dr. McGee cuando él comenzó como estudiante del seminario. Se decía que el Dr. Morgan no pondría nada por escrito hasta que hubiera leído cincuenta veces un libro de la Biblia. Por lo tanto, mis amigos, no se cansen de hacer bien. Lean la Palabra de Dios. Si usted no la entiende la primera vez, léala por segunda vez, y si aún no la entiende léala por tercera vez. Siga leyéndola. Debemos extraer la información de la Palabra de Dios. Hay un incidente muy interesante en el libro de Nehemías:

Venido el mes séptimo, los hijos de Israel estaban en sus ciudades; y se juntó todo el pueblo como un sólo hombre en la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, y dijeron a Esdras el escriba que trajese el libro de la ley de Moisés, la cual Jehová había dado a Israel. Y el sacerdote Esdras trajo la ley delante de la congregación, así de hombres como de mujeres y de todos los que podían entender, el primer día del mes séptimo. Y leyó en el libro delante de la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de hombres y mujeres y de todos los que podían entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley (Nehemías 7:73 - 8:3)

Este es un pasaje muy notable de las Escrituras. Observe, estas personas habían estado en la cautividad babilónica por unos setenta años; muchos de ellos nunca habían oído la Palabra de Dios, la cual no circulaba mucho en aquel entonces, y no había tantas versiones diferentes que se publicaban, ni hubo en preparación otras para ser publicadas. Es probable que hubiera una o dos copias en existencia y Esdras tenía una de ellas. El se puso de pie y leyó delante de la puerta de las Aguas.

Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura. (Nehemías 8:8)

Por la parte en que se relata la historia, deduzco que apostaron a hombres de la tribu de Leví en ciertos lugares entre la gente. Después de leer alguna porción, Esdras dejaría de leer para que los que escuchaban tuvieran la oportunidad de hacer preguntas a los hombres accesibles a ellos para explicarles la Biblia.

Y los levitas hacían entender al pueblo la ley; y el pueblo estaba atento en su lugar. (Nehemías 8:7b)

No sólo leían la Palabra, sino que también hicieron que el pueblo entendiera lo que leía. Necesitamos leer la Biblia. Hay tantas distracciones hoy que nos impiden el estudio de la Palabra de Dios. Una de las mayores distracciones es la iglesia misma. La iglesia se compone de comités, organizaciones, banquetes, proyectos, y diversiones, hasta el punto que la Palabra de Dios no es tratada en muchas iglesias hoy día. Hay iglesias que han eliminado completamente el servicio de predicación. En su lugar ofrecen una hora para que las personas opinen y se expresen. No existe cosa más infantil, ni de más pérdida de tiempo que aquello (es mas bien una buena excusa de un predicador perezoso, el cual no lee ni estudia la Biblia, y así evita su deber de predicar). Veo que hay tantos miembros de iglesias que son desconocedores de la Biblia. Simplemente no conocen la Palabra de Dios. Hace años que no la enseñan en la iglesia. Nos hace falta leer la Biblia, y profundizarla de veras, no es suficiente sólo leer algunos versículos favoritos. Hay que leer toda la Palabra de Dios, ese es el único método de conocerla. Ese es el método de Dios.
Luego la tercera guía es...

3. Estudie la Biblia
Hace años alguien se acercó al Dr. Morgan y le dijo, “Usted habla como si fuera inspirado.” El Dr. Morgan le respondió, “Inspiración es 95% transpiración.” Hay que estudiar la Biblia. Debemos darnos cuenta de que el Espíritu de Dios no nos enseñará algo que bien podemos aprender estudiando. El Dr. McGee solía enseñar la Biblia en un Instituto Bíblico y las clases se integraban de una gran variedad de jóvenes. Entre ellos había unos individuos muy piadosos y él llegó a comprender a estos jóvenes con el pasar del tiempo, él confesó que al principio no los comprendía nada. Encontré que sus caras piadosas escondían un vacío y una ignorancia grande referente a la Palabra de Dios. Algunos de ellos ni siquiera estudiaban la noche antes de un examen. Siempre se excusaban diciendo que estaban ocupados en el culto de oración, o en cualquier otro servicio. El Dr. McGee tenía el presentimiento de que algunos de ellos creían que podrían dejar puesta la Biblia debajo de la almohada, y que al dormirse les iba a surgir por entre el relleno de plumas de pato los nombres de los reyes de Israel y de Judá. Créanme, esto nunca sucedió. Tenemos que consagrarnos y estudiar la Palabra de Dios. Cuando él estudiaba en la universidad, un compañero de clase bíblica le decía, “Dr., usted nos ha asignado una porción que es muy seca.” Sin perder un segundo, el profesor le dijo, “pues humedézcala un poquito con el sudor de su frente.” La Biblia debe ser estudiada y es muy importante que veamos eso. Hay cierto conocimiento que el Espíritu Santo no revelará así, no más. Yo no creo que El revele verdades a personas perezosas. Después de todo, usted nunca aprenderá logaritmos, geometría, ni griego con solo leer un capitulo sobre la materia antes de acostarse.
Ahora, usted puede escandalizarse cuando digo que no recomiendo la lectura devocional de la Biblia. Por años he observado que muchísimas personas que celebran fielmente lo que llaman la lectura devocional, son ignorantes de la Biblia. Por una semana el Dr. McGee se hospedó con una familia cuando estaba predicando en un pueblo en Tennessee. Cada mañana ellos celebrában la hora devocional durante el desayuno. Tristemente, el desayuno siempre se servia algo tarde, y Susie y Willie tenían prisa para irse a la escuela. Estoy seguro que ellos ni siquiera supieron lo que se leía. El padre quería salir al trabajo, y por lo general leía una pequeña porción. El Dr. McGee solía decir, “Pues como no nos queda mucho tiempo, leeré esta porción que nos es conocida.” Y créanme que de veras no había tiempo. Al terminar la lectura, los dos niñitos salieron de la mesa como si hubieran sido tirados con una escopeta, y el padre salió casi tan rápido como ellos. La madre quedó con los platos y él se preguntaba si de veras ella oiría lo que se leyó. Resolvió allí mismo, que en su hogar nunca celebraríamos la lectura devocional así. Él ha tratado siempre de animar a los miembros de su familia que lean la Biblia por su propia cuenta. Esa es la lectura provechosa.
Alguien dirá, yo tengo mi lectura devocional de noche cuando el día ha terminado. Pero, ¿no es que la lee precisamente antes de acostarse, cuando ya se ha metido en la cama, y los ojos están para cerrarse, y luego vuelve a una porción de la Escritura y la lee? Mi amigo, no le es posible aprender la matemática así, ni la literatura, ni la Biblia. Aunque el mundo ha avanzado en postulados de Psicología, Sociología, Filosofías y nuevas materias humanistas, aquel que quiera ser siervo del Señor y ayudar verdaderamente personas deberá dedicarse al estudio de la Biblia, sólo ella puede equipar en forma completa para una obra eficaz.
Hay que estudiar la Palabra de Dios. Usted debe leerla cuando pueda dedicarle tiempo. Si no encuentra tiempo, usted tiene que hacer tiempo. Aparte unos treinta minutos, o una hora para ello. Si es que usted hace las cosas casualmente como yo las hago, lea un día unos treinta minutos, el próximo día unos cinco minutos, y al otro día dos o tres horas. Lo que se acomode mejor a su horario. No dicto una lista larga de reglas particulares, pero sí creo que cada persona debe leer la Biblia por su propia cuenta. Creo que es importante animar a los niños a que lean la Biblia. Hay personas que creen que deben celebrar la lectura devocional juntos. Bien, si es que así se sienten guiados, léanla así. Pero, puedo garantizarles que no serán estudiantes inteligentes de la Biblia aun después de pasar veinte años leyéndola con el método devocional. La Biblia debe ser estudiada individualmente.
Se decía de Juan Wesely que él era un hombre de un sólo libro. ¿Qué lo hizo ser un hombre de un sólo libro? Bueno, él se levantaba a las cuatro o cinco de la mañana para leer la Biblia, la leía en cinco idiomas diferentes. Créanme, que el sí estudiaba la Palabra de Dios. A usted y a mi nos hace falta estudiar la Palabra. Necesitamos extraer el significado de ella.

4. Medite en la Biblia
La meditación es algo que Dios enseñaba a Su pueblo. La Palabra de Dios estaba delante de los hijos de Israel todo el tiempo, para que meditaran en ella.

Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas. (Deuteronomio 6:6-9)

Esta es una declaración admirable que el Señor ha dado. El les dijo que escribieran la Palabra de Dios en los postes y puertas. En otras palabras donde quiera que ellos miraran las encontrarían. No se puede pasear por nuestras calles y carreteras sin ver las vallas anunciadoras que hacen publicidad a las bebidas alcohólicas y al cigarrillo, ¡Abundancia publicitaria! Ahora usted puede comprender porque las personas hoy en día beben tanto licor y fuman cigarrillos, están delante de su vista todo el tiempo. El Señor conoció la naturaleza humana. Nos conoce, y mandó a Su pueblo a poner la Palabra donde ellos la podían ver. Estaba en sus postes, en sus puertas, la llevaron en los vestidos, y habrían de hablar de ella cuando caminaban, se sentaban y se acostaban. Dios exigió que Su pueblo meditara en Su Palabra. Ahora ¿qué significa en verdad meditar en la Palabra de Dios? Hay una declaración muy interesante en el primer Salmo:

Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. (Salmo 1:1-2)

Meditar es rumiar, recordar, y considerar una y otra vez. La vaca rumia cuando mastica su alimento. Ustedes saben que la vaca sale de mañana y apacienta durante las horas cuando el pasto está fresco. Luego, a la salida del sol, y cuando hace calor, la vaca se echa bajo un árbol, o se para bajo la sombra. Usted la ve rumiando y se pregunta qué es lo que mastica la vaca. Se dice que la vaca tiene un estómago complejo. Por la mañana ella come el pasto de prisa, y lo acumula en uno de los compartimientos. Luego, en la tarde cuando hace calor, lo procesa. Permítame decirles que eso es lo que necesitamos hacer respecto a la Palabra de Dios. Hay que tomar lo que hemos leído y estudiarlo, y luego meditar en ello.
Cuando yo preparo un mensaje, muchas veces tomo un versículo de la Escritura y paso horas leyéndolo una y otra vez y comprobando lo que otros han dicho tocante a ello, y simplemente lo vuelvo a leer. Al fin encuentro que una verdad nueva brotará de aquel pasaje. Oí decir al Dr. Harry Ironside que había escuchado un discurso sobre el Cantar de los Cantares, el cual lo dejó insatisfecho. Dijo que leyó el Cantar de los Cantares nuevamente, se arrodilló rogándole al Señor que le diera un entendimiento de ello. Eso lo hizo una y otra vez, lo hizo por semanas y meses. Finalmente nueva luz brotó de aquel libro. Ahora cuando yo enseño el Cantar de los Cantares, por lo general doy la interpretación de él por dos razones: Primero porque satisface mi mente y corazón más que cualquier otra interpretación que yo haya oído, y también porque conozco al hombre que dio esa interpretación, el pasó mucho tiempo en la meditación de ese libro. Cuando conducimos un automóvil es una buena oportunidad para tomar un pasaje de la Escritura y meditarlo. ¿Cuántos de ustedes, después de tener la lectura “devocional” meditan en la misma porción durante el día? La mayoría la leen y luego la olvidan, no piensan más en ella hasta que se les llama su atención a ello. Si la leen de noche, se meten a la cama lo más rápido posible, apagan la luz y se duermen olvidando por completo lo que leyeron. La meditación en el sentido bíblico es un arte casi perdido en nuestra sociedad contemporánea. Finalmente, la televisión en muchos hogares elimina por completo la posibilidad de meditar, y está cambiando la vida espiritual de muchas familias. Una de las razones por la cual nuestras iglesias tienen frialdad e indiferencia en cuanto a la Palabra de Dios es simplemente debido a la falta de meditación en la Palabra de Dios.
Ustedes recordarán en Hechos, capítulo 8 de aquel etíope que leía en Isaías mientras iba por el camino. El realmente estaba estudiando Isaías, y había llegado a la porción con la cual tenía problemas, no entendía su significado. Aquí está un hombre, el cual está leyendo y estudiando, y el Espíritu de Dios le abrirá la Palabra de Dios. Por eso, el Espíritu guió a Felipe al etíope para explicarle el capítulo. Le abrió un mundo nuevo y llegó a conocer a Cristo. La narración dice que siguió su camino gozoso. ¿Qué era lo que le hizo regocijarse? El estaba meditando. El reflexionaba sobre el capitulo cincuenta y tres de Isaías. ¿Ha meditado usted en aquel Cordero que fue llevado como oveja al matadero? ¿Quién era? El bajó a la tierra y se identificó con nosotros, quienes como ovejas nos descarriamos, cada cual se apartó por su camino. Y Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. ¿Con cuánta frecuencia medita usted sobre estas cosas? Bueno, el etíope sí meditaba. Siempre ha sido una cuestión de especulación en cuanto a lo que se hizo el etíope después de confiar en Cristo. La tradición dice que regresó a su tierra y fundó la iglesia de Etiopía. Eso bien pudo ser, pero no sabemos si es verdad. Lo interesante es que siguió gozoso su camino, y eso nos muestra que él estaba meditando en la Palabra de Dios.

5. Lea lo que otros han escrito acerca de la Biblia.
Reconozco que esta norma puede ser algo peligrosa porque muchas personas dependen simplemente de lo que han dicho otros acerca de la Biblia. Hay tantos libros que han salido hoy en día, los cuales dan mala enseñanza tocante a la Palabra de Dios. Hay que comprobar todo lo que se escribe por medio de la Biblia misma. Sin embargo, es importante leer un buen comentario, usted encontrará que es muy provechoso leer lo que otros han dicho. En realidad usted adquiere así la dulzura y estudio refinado de los siglos cuando lee los libros escritos por hombres que han sido guiados por el Espíritu de Dios. Debemos aprovecharnos de estos. Se han producido maravillosas y profundas obras sobre los libros de la Biblia.
En adición a los comentarios, una concordancia es de gran valor. Usted también necesitará un buen diccionario de la Biblia. Todo maestro y predicador del evangelio tiene una colección de libros que estudia y que son de mucha importancia. Alguien preguntará, ¿debe él repetir palabra por palabra el texto que otro ha escrito? No, eso nunca se debe hacer, a menos que de crédito al autor. Pero, sí tiene el perfecto derecho de usar lo que otros han escrito. Me han dicho que algunos de mis pobres mensajes son predicados por otros, en ocasiones se les da crédito en otras no reconocen al autor. Un profesor en el seminario resolvió este problema de la manera siguiente. Cuando se le preguntó si se debiera citar a otros escritores, el respondió. “Usted puede pacer en los pastos de todos, pero debe dar su propia leche.” Y eso quiere decir que usted ha de leer lo que han escrito otros, pero es esencial que lo medite bien para expresarlo a su modo. Lo importante es saber como debemos aprovecharnos del estudio de otros hombres sobre la Palabra de Dios.

6. Obedezca la Biblia
Para el entendimiento y el estudio de las Escrituras, la obediencia es esencial. Abraham es un ejemplo de eso. Dios se le apareció cuando lo llamó de Ur de los caldeos, y de nuevo cuando estaba en la tierra prometida. Mas Abraham huyó a Egipto cuando hubo hambre, y durante este tiempo Dios no tenía ninguna palabra para él. No fue sino hasta después que Abraham regresó a la Tierra Prometida que Dios se le apareció de nuevo. ¿Por qué? Por falta de obediencia. Hasta que Abraham obedeciera lo que Dios ya le había revelado, Dios no estaba dispuesto a revelarle una nueva verdad. Y así sucede con nosotros, cuando obedecemos. Dios nos revela verdades nuevas.
Aun el Evangelio, el cual es dado para salvar nuestras almas, es dado para que lo obedezcamos. El documento más grande que ha sido escrito sobre el Evangelio es la Epístola a los Romanos. Y Pablo circunda el evangelio con este asunto de la obediencia. El inicia así:

Y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre. (Romanos 1:5)

“Para que obedezcan a la fe” son las últimas palabras de Pablo en esta epístola. (Romanos 16:26) ¿Qué hay en medio? El nos presenta lo que es el evangelio, esa gran sección doctrinal y luego concluye con una sección práctica, lo que hemos de hacer. Pablo puso este asunto de la obediencia implícito en el evangelio. “Para que obedezcan a la fe.” Aquí es donde Adán y Eva se desviaron. Ella no sólo escuchó a Satanás, el enemigo de Dios, sino que también desobedeció a Dios. Obedecer a Dios es muy importante y debemos reconocer que Dios no continuará revelándonos verdades si nos volvemos desobedientes. Debemos obedecer la Biblia si es que pensamos sacar provecho de la lectura de ella. La obediencia también es importante porque hay personas que juzgan la cristiandad por la vida suya y la mía. Cowan bien ha dicho, “La mejor manera de defender el evangelio es vivir una vida digna del evangelio.”
Cuatro predicadores discutían los méritos de varias traducciones de la Biblia. A uno le gustó la versión del lenguaje simple y bello. A otro la que era más literal y se acercaba a los textos hebreo y griego. Todavía a otro le gustó una traducción moderna por su vocabulario contemporáneo. El cuarto predicador estaba callado. Cuando le pidieron su opinión, contestó: “Me gusta la versión de mi madre. Ella la tradujo a su vida, y fue la versión más convincente que jamás he visto.”
Usted recordara lo que Pablo escribió a los corintios:

Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón. (2 Corintios 3:2, 3)

El evangelio se escribe un capítulo al día
En obras y dichos de la boca mía,
Otros leen lo nuestro, mentira o verdad.
Dime el evangelio de tu paridad.
-Autor Desconocido

¡Cuán cierta es esa rima! ¡Cuál importante es obedecer la Palabra de Dios! Yo creo que hoy día los que son miembros de iglesias perjudican más la cristiandad que cualquier otro grupo. Esa es una de las razones por la cual vemos toda esa rebelión fuera de la iglesia. En un cartel que se llevaba durante una marcha de protesta se leían cuatro palabras: “Iglesia - No; Jesús - Sí.” Francamente, la vida de muchos cristianos en la iglesia hace que se aparten otros. Había un abogado en Inglaterra hace años a quien le preguntaron por qué no se hacía cristiano. El respondió así: “Yo también podría haber llegado a ser cristiano sino hubiera conocido a tantos que decían ser cristianos.” ¡Que lástima! Hemos de examinar nuestras vidas respecto a esto. ¡Cuan importante es obedecer la Palabra de Dios!

7. Comparta con otros
No sólo lea la Biblia; no sólo medite en ella; no sólo lea lo que otros han escrito acerca de ella, sino también particípela a otros, eso es lo que debemos hacer. Creo que usted llegará a un buen punto de saturación en el estudio de la Palabra cuando la comparta con otros. Dios, por alguna razón, no le permitirá retirarse de la humanidad y llegar a ser un tipo de enciclopedia bíblica ambulante, sabiéndola toda mientras los demás quedamos ignorantes. Es por esa razón que El dijo:

No dejando de reunirnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuando veis que aquel día se acerca. (Hebreos 10:25)

Dios nos ha mandado a testificar. El dijo: “Y me seréis testigos.” No dijo que debemos ser eruditos, o enciclopedias ambulantes, o libros de memoria. No esconda la verdad de Dios en un cuaderno. Alguien ha dicho que la educación es un proceso por el cual la información que está en las notas del profesor es transferida al cuaderno del alumno, sin pasar por la mente de ambos. Pues bien, existe mucha verdad bíblica similar. No es practicada, no es compartida. Somos llamados a ser testigos hoy, así que tenemos que pasar la Palabra a otros. Aprendí esta lección cuando era joven. Yo servía de líder de un pequeño grupo de estudio bíblico en mi iglesia, como también lo hacían muchos otros amigos. Algunos de ellos ingresaron al seminario y yo continué compartiendo mis estudios bíblicos. Luego de un tiempo era evidente que yo estaba más preparado y adelantado que aquellos que estudiaron. ¿Por qué? ¿Era más inteligente que los otros? No. Era porque había compartido con otros lo que había aprendido. Dios me hizo aprender mucho más así, que de otro modo.
Mi amigo, comparta la Biblia con otros.

Estas, son las siete guías básicas que debemos seguir al tomar en las manos la Palabra de Dios:

1. Empiece con oración
2. Lea la Biblia
3. Estudie la Biblia
4. Medite en la Biblia
5. Lea lo que otros han escrito acerca de la Biblia
6. Obedezca la Biblia7. Compártala con otros

No hay comentarios: